- Raciones: 12 Persona(s)
- Tiempo de Preparación: 20
- Tiempo de Cocinado: 45
- Calorías: 280
- Dificultad:
Fácil
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La práctica totalidad de calabazas que se consumen a lo largo y ancho del mundo, encuentran su origen en México, lugar donde fueron domesticadas hace la friolera de 10000 años. Pertenecientes al género Cucurbita, se trata probablemente de la primera planta cultivada en toda Mesoamérica. De ella se aprovecha todo, desde el fruto, pasando por las flores y terminando por el tallo, extendiéndose a otros rincones del planeta gracias al empeño de los conquistadores españoles.
Alcanzan un tamaño nada desdeñable, escondiendo tras su dura piel una pulpa muy carnosa y abundante en semillas, también consumidas y apreciadas por su aporte proteico. Además, estas pueden almacenarse casi por tiempo indefinido, convirtiéndose en moneda de cambio habitual en los primeros asentamientos humanos. Es conveniente señalar el hecho de que la calabaza silvestre tenía un sabor amargo y desagradable que dista bastante de ese dulzor característico actual.
A lo largo de cientos de años fue cruzándose, para, por un lado, hacerla más agradable al paladar y, por otro, para obtener mayores rendimientos en condiciones poco favorables. Como muchos sabrán, la calabaza se adapta sin demasiada dificultad a cualquier terreno, teniendo cierta preferencia por suelos sueltos. En la cultura anglosajona toma especial protagonismo en la festividad de Halloween, vaciándolas y tallándolas para dibujar en la corteza un rostro grotesco.
Quizá en España no gocen de demasiada popularidad, habiéndonos inclinado más por su hermano, el calabacín, de sabor más suave y pulpa notablemente más blanda. A pesar de todo, resulta sencillo encontrar un amplio abanico de variedades en los supermercados, cada una de ellas sirviendo a diferentes propósitos. Por ejemplo, para el dulce de calabaza, la receta que nos ocupa, se antoja ideal la especie Buttercup, redonda y de color verde, destacando por su dulzor.
Ingredientes
Instrucciones
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- El dulce de calabaza no tiene demasiado misterio, encontrando más que una simple semejanza con el dulce de membrillo. Comenzaremos limpiando la calabaza, pelándola y despepitándola. Se hace más necesario que nunca la utilización de un cuchillo grande y bien afilado, pues la corteza es lo suficientemente dura como para provocar que el cuchillo resbale, pudiendo incluso cortarnos.
- Asimismo, siempre recomiendo la utilización de guantes, especialmente cuando las calabazas no están del todo maduras, ya que la piel está recubierta de una especie de salvia muy pegajosa que puede, en determinados individuos, causar una reacción tópica en las manos. Una vez tengamos la calabaza limpia, la cortáramos en dados, echándola en una cacerola para su posterior cocción.
- Primeramente, verteremos sobre ella el azúcar, procurando que toda la calabaza quede impregnada, tras lo cual, dejaremos que repose al menos 3 horas. Como si de una mermelada se tratase, y mediante un proceso osmótico, el azúcar permitirá que la calabaza suelte sus jugos, mezclándose y dando como resultado una especie de almíbar que incrementará su sabor.
- Transcurrido el tiempo, echaremos el zumo de medio limón, buscando equilibrar un dulzor que puede parecer excesivo. Añadiremos de paso la rama de canela, algo opcional, pero recomendable, dado que ambos productos se compenetran gustativamente a las mil maravillas. Colocaremos la cacerola a fuego mínimo durante 45 minutos, removiendo constantemente.
- Debido a la cantidad de azúcares, si la cacerola no es antiadherente, correremos el riesgo de que la calabaza se adhiera en el fondo, de ahí la importancia de remover constantemente. Pasados los 45 minutos, o el tiempo necesario para que la calabaza se deshaga y pierda buena parte de la humedad, la retiraremos del fuego y dejaremos que se atempere, desechando la rama de canela.
- Ahora caben dos posibilidades, o bien dejarla tal cual, para consumirla así, o triturarla con una batidora o procesador de alimentos, obteniendo una textura más fina. Independientemente de que nos decantemos por una u otra, si queremos conservarlo en tarros herméticos, deberá encontrarse templado, o de otro modo, si se enfría por completo, podría llegar a contaminarse.
- Esterilizaremos previamente los frascos, hirviéndolos entre 20 y 45 minutos, sin olvidarnos de la tapa. Los sacaremos y dispondremos sobre un paño de algodón limpio. Rellenaremos los frascos sin rebosarlos, dejando al menos un dedo entre el dulce de calabaza y la tapa. Posteriormente, los cerraremos y colocaremos boca abajo, manteniéndolas fuera de la nevera hasta que se enfríen.
- Como sugerencia de presentación, te proponemos servirlo en un cuenco pequeño como acompañante para un queso fresco o yogur natural, combinación ganadora para un postre rápido y sencillo. Puede usarse del mismo modo que un membrillo o mermelada, no obstante, si pretendemos untarlo en una rebanada de pan o tortita, se hace imprescindible triturarlo bien.
- ¡Qué aproveche!
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