- Raciones: 6 Persona(s)
- Tiempo de Preparación: 120
- Tiempo de Cocinado: 30
- Calorías: 420
- Dificultad:
Media
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Antes de que la pizza se erigiera como el plato por antonomasia de la cocina italiana, surgió un alimento similar, probablemente precursor de esta, que incluía tan solo 5 ingredientes. La focaccia, compuesta por harina, levadura, agua, aceite de oliva y sal, goza todavía de una extraordinaria popularidad, llegando incluso a traspasar fronteras. Constituye un reflejo de la cocina mediterránea, ligada al trigo y el olivo, sin artificios ni engaños, evidenciando presumida sencillez.
Los primeros vestigios de la focaccia datan del año 1300, mientras que para leer las primeras menciones a la pizza tenemos que adelantarnos hasta 1732, casi cuatro siglos de diferencia. Dulce o salada, la focaccia resulta deliciosa, incorporando ingredientes eminentemente mediterráneos: tomates cherry, orégano, albahaca, embutidos o aceitunas, formando un hermoso epítome del valor inconmensurable de la cocina italiana. A menudo hace las veces del sagrado pan en la mesa.
Atesorando siglos de historia, suele atribuirse su invención a las regiones costeras del país, estableciéndose como un alimento común entre marineros y pescadores, ya que es especialmente rica y nutritiva, proporcionando energía rápida gracias a su alto contenido en hidratos de carbono. En síntesis, trazando un paralelismo con el legado panadero español, podemos afirmar que se trata de un pan de alta hidratación, encontrando más que semejanzas con el típico pan de cristal.
¿Qué significa esto? Que nos enfrentamos a un pan que requiere de paciencia, trabajo y tiempo, dado que demandará varios leudados, así como un laborioso amasado. Partiendo de una cuidada selección de ingredientes, cierta experiencia en el manejo de masas y un ímpetu inquebrantable, nos sumergiremos en una cocina clásica pero desinhibida. La focaccia tolera multitud de ingredientes, sirviendo como base neutra para sostener toda clase de pescados, carnes y vegetales.
Ingredientes
Instrucciones
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- Dado que es la primera receta de focaccia que publicamos, hemos convenido optar por la más tradicional de todas, que no la menos rica. Arrebatadoramente sencilla, la focaccia de cherrys y ajos servirá como acompañamiento en la mesa, sustituyendo al muchas veces aburrido pan. Arrancaremos mezclando la harina con la sal, seguida de la levadura fresca y el agua mineral.
- Removeremos con una cuchara, dando como resultado una masa altamente hidratada, difícilmente manejable y muy pegajosa. ¡No te preocupes! Vas por el buen camino. Hablamos de más de un 75% de hidratación, porcentaje muy alejado de las proporciones habituales. La dejaremos reposar en un cuenco bien engrasado, adecuadamente tapada con un paño húmedo.
- Pasados 15 minutos, nos engrasaremos las manos con aceite de oliva y realizaremos varios pliegues en la masa, sin ni siquiera sacarla del cuenco. Simplemente, iremos estirándola de un lado, y plegándola sobre sí misma, repitiendo la misma operación 5 o 6 veces. Nuevamente, dejaremos que repose 15 minutos, volviendo a reproducir el proceso por hasta 3 o 4 veces.
- Después de tantos pliegues, la masa se habrá convertido en algo mucho más manejable, pudiendo, ahora sí, volcarla sobre una mesa de trabajo engrasada. Te recomiendo prescindir en la medida de lo posible de la harina para manejarla, pues en el proceso se iría incorporando a la masa, lo que afectaría a su esponjosidad. Llevaremos a cabo 5 ciclos de pliegues con reposo.
- Otra vez, meteremos la masa en el bol, cubierta con papel film engrasado para evitar que al levar se adhiera a el, introduciéndolo en la nevera para que leve durante 1 hora. Transcurrido el tiempo, forraremos una bandeja de horno con papel sulfurizado, volcando la masa sobre el mismo. Iremos presionando con las yemas de los dedos hasta estirarla con un grosor de aproximadamente 1 cm.
- Cortaremos los cherrys en cuartos, mezclándolos con los ajos rallados y el aceite, extendiéndolo de manera homogénea por toda la superficie, en la que podemos realizar pequeñas hendiduras. Salpimentaremos, utilizando para la ocasión una sal en escamas. Introduciremos la focaccia en el horno a 200º a media altura con calor arriba y abajo hasta que se dore, consumiéndola fría.
- En el caso de disponer de un poco más de tiempo, recomiendo que el levado se prolongue en la nevera de 24 a 72 horas, en vez de tan solo 1 hora. Según vayan pasando los días, la masa ganará elasticidad, intensificando sabores y aromas, además de hacerse más digerible, convirtiéndose en un bocado increíblemente esponjoso. Experimenta las bondades de las fermentaciones prolongadas.
- ¡Qué aproveche!
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