- Raciones: 4 Persona(s)
- Tiempo de Preparación: 30
- Tiempo de Cocinado: 110
- Calorías: 380
- Dificultad:
Fácil
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Seguramente, una de las tareas más arduas y complejas en la actualidad en lo que a nutrición se refiere, sea la de introducir legumbres de manera habitual en la dieta. Unas veces por desidia y otras por pura y simple animadversión, tendemos a desplazar el consumo de estas semillas, relegándolas a un papel meramente testimonial, sin embargo, estas constituyen una fuente esencial de fibra, vitaminas del complejo B, ciertos minerales, sin olvidarnos de la proteína vegetal.
Para más inri, hemos sido bendecidos con una tierra fértil capaz de albergar cosechas de garbanzos y otras legumbres con una calidad sin parangón, pudiendo presumir de alguna de las variedades más apreciadas en el mundo. Aun así, tan solo el 60% del consumo de garbanzos corresponde a producto nacional, proviniendo de México, Canadá o Estados Unidos el porcentaje restante. Siempre que tengamos la oportunidad optaremos por un garbanzo de cultivo nacional.
No se trata en absoluto de puro chovinismo, sino de una apuesta por el mercado patrio, que no solo ha sido capaz de sobrevivir en un mercado hostil regido por la guerra de precio, sino que además consigue sobresalir por encima del resto apostando sin titubeos por la calidad. Destacamos diferentes variedades, pero muy especialmente el Pedrosillano, presente en las dos Castillas y Andalucía, sorprendiendo por su pequeño tamaño y textura deliciosamente mantecosa.
Tampoco pueden caer en saco roto el Fuentesaúco, Blanco lechoso o Venoso Andaluz, ostentando un sello de Indicación Geográfica Protegida. Más allá de las cualidades organolépticas definidas por el genoma de la variedad en específico, el suelo y la climatología, decantarnos por un garbanzo español nos asegura también que este sea de la cosecha del año. Los garbanzos con chorizo encarnan lo mejor de los platos de cuchara, calentando tanto el paladar como el alma.
Ingredientes
Instrucciones
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- Antes de comenzar con la receta tendremos que anticiparnos a ella, colocando los garbanzos en remojo la víspera, o sea, la noche anterior. Verteremos abundante agua templada en un bol, teniendo en cuenta que al sumergir los garbanzos se hincharán, duplicando así su volumen. Agregaremos una cucharada rasa de sal gorda, tapándolos con papel film hasta el día siguiente.
- Opcionalmente, hay quien añade un poco de bicarbonato sódico, redundando en un menor tiempo de cocción, aunque esto estará más determinado por el agua empleada, eligiendo, preferiblemente, una de baja mineralización. Asimismo, desecharemos el agua del remojo, ya que esta adquiere un sabor y olor que personalmente no me gusta, lavándolos bien debajo del grifo.
- Tal vez no cuentes con la suficiente antelación como para poner los garbanzos en remojo, algo que puede solventarse si utilizamos unos garbanzos de bote, solución que si bien no es ideal, puede ayudarnos a salir del paso. A la mañana siguiente, con los garbanzos escurridos y lavados, calentaremos el aceite en un sauté a fuego medio, sofriendo la cebolla, el ajo y la zanahoria.
- La primera la cortaremos en juliana, mientras que el ajo y la zanahoria se añadirán en láminas. Cuando las hortalizas empiecen a adquirir un tono ligeramente tostado, añadiremos el chorizo en rodajas junto a la panceta en pequeños tacos, bajando el fuego al mínimo para que fundan la grasa. Del mismo modo, doraremos las carnes profusamente hasta que percibamos que se agarran.
- A continuación, incorporaremos los garbanzos perfectamente escurridos, seguidos del laurel y la pimienta negra, rehogándolo todo a fuego fuerte durante 1 minuto. Inmediatamente, verteremos el caldo de pollo, manteniendo el fuego al máximo hasta que consiga romper a hervir, tras lo cual, volveremos a bajarlo al mínimo. Taparemos y coceremos durante alrededor de 1 hora y media.
- Durante el proceso de cocción, iremos comprobando, a partir de la hora, si los garbanzos están tiernos, aprovechando al mismo tiempo para desgrasar la superficie. Una vez blando, los probaremos y rectificaremos de sal en caso de ser necesario, ajustando la cantidad de caldo para obtener un guiso más caldoso o con una salsa más trabada, en función de los gustos personales.
- Como sugerencia de presentación, te proponemos distribuir el guiso en cuatro cuencos, rociándolos con un chorrito de aceite de oliva virgen extra, amén de espolvorear un poco de perejil fresco picado. Si nos encontramos especialmente motivados, acompañaremos este excepcional plato de cuchara con una buena botella de vino tinto y una hogaza de pan de pueblo.
- ¡Qué aproveche!
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