- Raciones: 4 Persona(s)
- Tiempo de Preparación: 20
- Tiempo de Cocinado: 12
- Calorías: 310
- Dificultad:
Fácil
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Hay platos que surgen de forma tan improvisada que se antoja imposible rastrear si origen, sin embargo, su importancia gastronómica no palidece ante sus lagunas históricas. El jamón con champiñones es uno de esos platillos que consigue hacernos esbozar una sonrisa, presente siempre en la carta de bares y tabernas, presumiéndose como una de las mejores tapas. Combina dos de los productos más umami que podemos encontrar, culminando en una explosión de sabor.
Cuesta imaginar como dos productos que en sus primeros momentos eran tan distantes, consigan reunirse en un plato digno de elogio, como si hubieran estado predestinados a encontrarse en el espacio y tiempo. Del champiñón sabemos que es nativo de Europa y América del Norte, creciendo en prácticamente todos los bosques del país. Evidentemente, el champiñón silvestre poco se parece a su homólogo de cultivo, no obstante, este último no desmerece en absoluto.
A mediados del siglo XVIII comienza su cultivo, como tantas otras veces, fruto de una accidentada casualidad, convirtiéndose de este modo en el hongo más demandado del mundo. Por otro lado, tenemos al sacrosanto jamón, un embutido aplaudido en todo el mundo y que se remonta al Imperio Romano. Dejándose maravillar por los atributos de la raza cerdo ibérico, comenzaron a someter las piezas del mismo a procesos de salazón que permitían su traslado y conservación.
Desde entonces la importancia del jamón ibérico no ha parado de crecer, erigiéndose por méritos propios como el producto más distinguido e internacional de nuestro país. Mostramos un plato de jamón con champiñones de autenticidad indiscutible, que mezcla productos autóctonos como el jamón y el ajo, sin restarle protagonismo al delicioso champiñón. Se trata de un plato de sencilla y rápida elaboración, pese a todo, la excelencia solo se alcanza si prestamos atención a los detalles.
Ingredientes
Instrucciones
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- Comenzaremos limpiando los champiñones. Lo habitual es usar el champiñón común en su versión fresca de cultivo o, en su defecto, el Portobello, que destaca por una textura más firme y un sabor más pronunciado. Ante la dificultad de conseguir champiñones silvestres, esta resulta una de las mejores opciones, desaconsejando completamente los que vienen cocidos y enlatados.
- La limpieza de los hongos requiere de cierta destreza, ya que estos están compuestos mayormente por agua, por lo que si intentáramos sumergirlos acabarían absorbiéndola. Esto se traduciría en un desastre manifiesto cuando fuéramos a rehogarlos, cociéndose y soltando toda esa agua. Tenemos varias opciones, una de ellas limpiarlos con un trozo de papel húmedo.
- También suelen limpiarse con un cepillo especial para limpiar frutas y verduras, aunque yo siempre me decanto por pelarlos, evitando dos cosas; dañarlos y que absorban excesiva agua. Con una puntilla, partiendo del final del sombrero, pegados a la lámina, tiraremos hacia arriba de la piel, pelándolo como si de una fruta se tratase. Observarás que sale con suma facilidad.
- Retiraremos el pie o parte de el, y ya estarán listos para cortar. Nuevamente, nos topamos con diferentes criterios, habiendo quien gusta de cortarlo en láminas y quien, como yo, prefiero hacer cuartos. Preservar la textura del champiñón en este platillo me parece primordial, por tanto, procederemos a realizar cuartos, cortando estos a la mitad si el champiñón fuera muy grande.
- En un sauté verteremos el aceite de oliva virgen extra, calentándolo prácticamente a punto de humo. Volcaremos el champiñón, salteándolo hasta que muestre zonas marcadamente doradas. Evita, si necesitas de mucha cantidad, echarlos todos de golpe, o correrás el riesgo de cocerlos. Una vez listos, agregaremos los ajos finamente picados en láminas, salteándolos 1 minuto.
- Salpimentaremos y mojaremos con el brandy, flambeándolos. En el último instante, incorporaremos el jamón en tacos, que puede sustituirse por finas lonchas que se cocinaran con el mismo calor residual de la sartén. Además de por una cuestión gustativa, el jamón ibérico tiende a tener una proporción menor de sal, resalándose menos que el igualmente sabroso jamón serrano.
- Retiraremos inmediatamente el sauté del fuego, espolvoreando un poco de perejil fresco picado, rectificando la sazón en caso de ser necesario. Como sugerencia de presentación te proponemos servir muy caliente, opcionalmente con un huevo revuelto ya fuera del fuego, y acompañado de unos picatostes con queso azul. Plato rico, económico, sencillo y nutricionalmente impecable.
- ¡Qué aproveche!
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