- Raciones: 4 Persona(s)
- Tiempo de Preparación: 20
- Tiempo de Cocinado: 90
- Calorías: 400
- Dificultad:
Fácil
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Las lentejas fueron domesticadas por el hombre del Neolítico hace más de 9000 años, en los que se fija el origen de la agricultura, concretamente, en la región de Asia Menor.
El cultivo de las lentejas prosperó la época del Imperio Romano, convirtiéndose en un alimento habitual entre las clases más humilde, ya que permitían ser secadas y conservadas así durante mucho tiempo, característica importante dada la escasez de métodos de conservación y preservación.
En el año 441 a.C, las constantes sequías, diezmaron considerablemente la población debido a las hambrunas, siendo la lenteja un salvavidas que permitió sortear la crisis alimentaria.
Es cierto que entre los nobles y acaudalados existía cierta animadversión hacia esta legumbre, considerándose durante muchos años poco más que forraje para caballos, sin embargo, tras esta fuerte hambruna que azotó el Imperio, acabaron asociando esta legumbre con la prosperidad, instaurando un ritual en Año Nuevo.
Consistía en regalar a los más allegados una bolsa de cuero llena de lentejas, lo que era un deseo tácito de prosperidad y bonanza económica.
Su consumo no ha cesado desde entonces, pudiendo encontrarlas en diversas gastronomías, incluida la española, y aunque este plato está muy extendido por nuestra geografía, me gustaría destacar especialmente Ávila, donde las lentejas con chorizo son tradición.
Castilla - La Mancha y Castilla y León son los principales productores de lentejas de nuestro país, por lo tanto, cuentan con una amplia tradición gastronómica ligada a este producto.
Lenteja de La Armuña y lenteja de la Tierra de Campos son las dos únicas variedades con indicación geográfica protegida, un sello de garantía y calidad que nos revela un producto humilde pero genuino y sabroso.
Probablemente, la de Armuña es la más codiciada, presentando una textura uniforme y firme, con un hollejo fino que no se separa en la cocción. La lenteja beluga es otra variedad destacable, proveniente de Canadá, y caracterizada por un alto contenido en proteína.
A nivel nutricional, basta decir, que es un alimento excepcional, con un alto porcentaje de carbohidratos almidonados, que sirven como alimento para nuestra microbiota. Aunque es famosa por su contenido en hierro, curiosamente no se encuentra tan arriba entre los alimentos con más hierro.
Cómo hacer lentejas de chorizo al estilo tradicional de la abuela
Las lentejas con chorizo es un plato contundente, propicio para esos días de invierno en los que el cuerpo nos pide algo caliente.
Prepararlas es una tarea sencilla, aunque requiere de cierta maestría y conocimiento para darles ese toque de la abuela que desgraciadamente, debido a la falta de tiempo, se está perdiendo.
Permitidme, para finalizar la entradilla, recomendaros la que se considera la biblia de las legumbres en nuestra lengua: La cocina de las legumbres, publicado por la Fundación Alicia.
Ingredientes
Instrucciones
Antes de ir con las instrucciones, te recuerdo que ya está disponible a la venta mi nuevo libro: Los Consejos de la abuela.
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- Las lentejas con chorizo son un plato castizo, que a menudo se cocinaba con las chacinas y productos cárnicos procedentes de la matanza. Existen dos métodos de cocinado para las lentejas; en crudo o con sofrito. Personalmente, me decanto por la segunda, ya que considero que el sofrito potencia eleva exponencialmente el sabor, aunque en crudo tampoco desmerecen. Esta última opción está indicada para los que quieran preparar un plato de lentejas más ligero y, por tanto, menos calórico.
- En una cacerola, preferiblemente de hierro fundido, que son las que trasmiten esa esencia de antaño (os recomiendo esta que es la que yo uso, aunque no es nada barata pero en mi opinión vale cada euro que cuesta), pondremos un chorrito de aceite de oliva virgen extra, y a fuego mínimo, pocharemos la cebolla y el pimiento cortado en brunoise (en dados de 2 ó 3 mm.). La zanahoria la agregaremos en finas rodadas, siendo esta una manía personal, pero que no afecta al resultado final del plato. A fuego mínimo iremos cocinando las hortalizas al mismo tiempo que no paramos de remover con la cuchara.
- Seguidamente, incorporaremos el ajo en finas láminas, dorándolo bien. A continuación, añadiremos el tomate, que previamente habremos pelado, despepitado y cortado en concassé, para lo que subiremos el fuego al máximo. Cuando comience a tornar en un color más saturado, fruto de la caramelización de los azúcares presentes de manera natural en el tomate, agregaremos una cucharadita rasa de pimentón dulce de la Vera, que aportará un inconfundible aroma y sabor ahumado que tan satisfactorio nos resulta.
- Inmediatamente después, meteremos el codillo y las lentejas, que rehogaremos someramente durante no más de un par de minutos. Salvo que el agua de nuestra localidad sea extraordinariamente dura, no resulta necesaria meterlas en remojo. A diferencia del resto de legumbres, las lentejas no me gusta cocinarlas con agua embotellada, pues considero que de esa manera se cuecen demasiado rápido y no les da tiempo a los sabores a pronunciarse. Cubriremos, por tanto, con agua del grifo.
- ¿Hasta dónde? Pues aproximadamente tres dedos por encima de la línea que dibujen las lentejas. Resulta engañoso, y puede parecernos a priori demasiada agua, pero creedme, durante el proceso de cocción evaporarán una gran cantidad. A fuego máximo, las llevaremos a ebullición, tras lo cual, introduciremos las chacinas, en nuestro caso, el chorizo de León y la morcilla. Si estamos a dieta, recomiendo dar una previa cocción aparte al chorizo y la morcilla para que suelten la grasa.
- Salpimentaremos y añadiremos una o dos hojas de laurel. Bajaremos el fuego al mínimo, y las mantendremos ahí tapadas durante aproximadamente una hora y media, tiempo que variará en función de la dureza del agua de nuestra zona. Igualmente, si empleáis la lenteja que os he sugerido, será muy complicado que se os pasen. En olla exprés no deberían demorarse más de 15 minutos. Si viéramos que han gastado mucho caldo, no dudéis en añadirle un poquito de agua.
- Para evitar romperlas, si queremos removerlas, en vez de utilizar una cuchara, agarraremos la cazuela de las asas y le daremos un meneo. Transcurrido el tiempo, las apagaremos y dejaremos reposar unos minutos. Al igual que ocurre en otros platos de cuchara, ganan enteros de un día para otro. Serviremos bien calientes, acompañadas, si somos aficionados al picante, de una guindilla.
- ¡Qué aproveche!
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