- Raciones: 24 Persona(s)
- Tiempo de Preparación: 20
- Tiempo de Cocinado: 15
- Calorías: 90
- Dificultad:
Fácil
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Hoy os traigo una receta de toda la vida que seguramente nos recordará a cuando éramos niños: magdalenas caseras de la abuela.
Los aficionados a la lectura tal vez hayan oído hablar de la magdalena de Proust. El protagonista de Por el camino de Swann, primer volumen de En busca del tiempo perdido, celebérrima obra escrita por Marcel Proust, narra de manera prodigiosa ese fenómeno memorístico, por el cual, un estímulo, generalmente de carácter olfativo, evoca un recuerdo, devolviéndolo al presente.
El olor de esas magdalenas caseras de pueblo recién hechas por tu abuela permanece indeleble en muchos de nosotros.
La historia acerca de cómo las magdalenas lograron colarse en los desayunos y meriendas de los europeos sigue sin estar demasiado clara, pero la Larousse Gastronómico arroja algo de luz sobre la cuestión, y señala a Commercy como precursora de este dulce bocado.
Esta ciudad, subyugada bajo el puño de hierro del rey polaco Stanislas Leszcynski, daba cobijo a una joven campesina que consiguió encandilar al monarca con un esponjoso bizcocho, quien convino bautizarlo como el nombre de su autora, Madeleine Palmier.
Todos los pueblos se muestran afanosos cuando se trata de arrogarse la autoría de un plato. Otra versión, más hispanocentrista, cuenta que estos pequeños pasteles comenzaron a comercializarse en el Camino de Santiago por una joven llamada Magdalena.
Sea como fuere, las magdalenas forman parte de nuestra rica cultura repostera.
Actualmente, estas parecen haber sido eclipsadas por los muffins, de tradición más anglosajona, pese a que en términos estrictos no difieren en exceso.
Cómo hacer magdalenas caseras de pueblo
Como advertía, las magdalenas pueden interpretarse de infinitas maneras.
Aprovecharemos esta ocasión, para llevar a cabo una receta fácil, humilde, clásica, como la receta típica que nos hacían nuestras abuelas, y que pone toda la carne en el asador, utilizando como ingrediente secreto la nata, la que se será encargada de proporcionarles una suavidad y esponjosidad de otra galaxia.
Por lo demás, no tenemos que preocuparnos, necesitando tan solo un poco de harina floja, gasificante o polvo para hornear, huevos, azúcar y mantequilla, amén de alguna brizna perfumante.
Ingredientes
Instrucciones
Antes de ir con las instrucciones, te recuerdo que ya está disponible a la venta mi nuevo libro: Los Consejos de la abuela.
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- En un bol batiremos el azúcar junto a los huevos, blanqueado y levantando la mezcla. Como he explicado en otras ocasiones, blanquear consiste básicamente en disolver el azúcar blanquilla en los huevos, al mismo tiempo que les inyectamos aire, aumentando su volumen y dejándolos con una consistencia espumosa, especialmente en su superficie.
- Añadiremos la cucharada de miel, la ralladura de una naranja y la nata de repostería, batiendo de uno en uno cada ingrediente. La miel puede sustituirse en la misma proporción por azúcar invertido. Cuando nos dispongamos a rallar la naranja, recomiendo hacerlo con un microplane, capaz de rallar la corteza de la naranja sin rasgarla o arañarla, conservando todo su aroma y sabor.
- No hace falta decir, que nos dedicaremos a limar la parte naranja, sin llegar a tocar el albedo, esa parte blanca que alberga cierto amargor. Tras incorporar y batir bien los ingredientes, iremos vertiendo la mantequilla derretida y posteriormente enfriada en forma de hielo, a la vez que vamos batiendo con unas varillas, preferiblemente eléctricas, aunque una manual serviría igualmente.
- Tamizaremos sobre la mezcla anterior la harina y el gasificante, batiendo enérgicamente la masa durante al menos 2 minutos, cerciorándonos de que no queda ningún grumo. En el caso de que no dispongamos de unas varillas eléctricas, podríamos hacer uso del túrmix, que servirá para conseguir una mezcla perfectamente homogeneizada.
- Entretanto, calentaremos el horno a 250 º con calor arriba y abajo. Dispondremos unos papeles de magdalena en el interior de los huecos del molde rígido, útil que se antoja imprescindible si no queremos que las magdalenas se desparramen. Asimismo, en el mercado encontramos moldes de silicona reutilizables capaces de mantenerse erguidos, no obstante, resultan más engorrosos.
- Verteremos la masa en los papeles, sin que rebose, dejando aproximadamente medio centímetro sin cubrir. Filmaremos al ras, y refrigeraremos 15 minutos. Transcurrido el tiempo, sacaremos los moldes de la nevera, y bajaremos el horno a 180 º. Con una cucharita de té, tupiremos ligeramente con azúcar blanquilla la superficie de las magdalenas, lo que creará una costra deliciosa en el horneado.
- El paso previo de la refrigeración, es precisamente para que la masa coja consistencia y el azúcar no consiga romper la tensión superficial. Introduciremos las magdalenas sobre una rejilla a media altura, y contaremos 15 minutos, o hasta que se estén doradas. En ese momento, y antes de apresurarnos a sacarlas, dejaremos la puerta del horno entreabierta 8 minutos más.
- Ahora sí, las colocaremos sobre una rejilla para que se enfríen, y trataremos de no darles la espalda, o desaparecerán ante nuestros ojos como por arte de magia. Como sugerencia de presentación, os propongo acompañarlas de un rico vaso de leche con cacao, o a quien lo prefiera, un café expreso. Pueden conservarse en una bolsa cerrada por un par de días sin que mermen sus cualidades.
- ¡Qué aproveche!
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