Los desayunos se verían desamparados si no tuviera presencia la mermelada, una confitura dulce a base de fruta que suele extenderse sobre una tostada cubierta de mantequilla. Recientes hallazgos, confirman que los inventores de tan azucarado manjar fueron los Egipcios. Ramsés II el Grande tenía a su disposición un amplio grupo de confiteros expertos en la manufacturación de las frutas, bocados deliciosos pero a su vez precederos, de ahí la necesidad de su conservación.
Para evitar que la fruta se corrompiera, procedían a embadurnarla con miel, misma técnica que llegarían a aplicar incluso a los cadáveres, como en el caso de Alejandro Magno, un embalsamamiento primitivo pero eficaz. Otras veces, aprovechando las frutas más carnosas, se oreaban al sol y secaban en el horno, introduciéndose finalmente en vasijas repletas de agua almibarada. Cremas, confites, jarabes o mermeladas tenían un espacio en las mesas antiguas.
La Edad Media, época histórica injustamente tachada de oscurantista, trajo consigo multitud de avances en materia gastronómica, destacando el papel del azúcar, producto hasta aquel entonces exótico y desconocido. Desde entonces, las confituras se llevarían a cabo mediante la adicción de azúcar en grandes cantidades encima de las frutas, originándose el fenómeno de osmosis. Dichas exquisiteces estuvieron vetadas siglos, hasta la revolución industrial, a las clases populares.
Existen en el mercado mermeladas de casi cualquier fruta u hortaliza que podamos imaginar, siendo necesario tan solo un requisito previo: que posean por sí mismas cierta cantidad de azúcares. Curiosamente, la mermelada de cerezas no es de las más populares, al menos fuera de la esfera anglosajona, pese a que se trata de una de las frutas con mejores cualidades para dicha elaboración. Te prometemos que las tartas, crepes o tostadas no volverán a saberte igual.
Por fortuna, en España, la producción de cereza, si bien no es masiva, tampoco resulta testimonial, contando con un producto de singular calidad como la Cereza del Jerte. Esta denominación de origen ampara únicamente a las cerezas que se cosechan al norte de Cáceres, más concretamente en la zona montuosa de Trasierra - Gredos Sur. De pequeño tamaño y textura crujiente, su alto contenido en azúcares la convierte en la candidata perfecta para esta mermelada.
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