- Raciones: 10 Persona(s)
- Tiempo de Preparación: 180
- Tiempo de Cocinado: 15
- Calorías: 285
- Dificultad:
Fácil
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Probablemente, no exista en el mundo bocadillo tan internacional como la hamburguesa, un icono norteamericano que durante décadas ha sido el máximo exponente de la comida fast food. Pese a que inconscientemente atribuimos el origen de la hamburguesa a los usanos, lo cierto es que proviene de Hamburgo. Antes del siglo XVII, aquellos que faenaban en el puerto comían una especie de sándwich de sobras de cerdo, aderezadas con vegetales regados con abundante salsa.
Poco después, las panaderías comenzarían a producir un pan redondo, naciendo así el rundstück warm, lo que a todos los efectos constituye la primera hamburguesa de la historia. La conexión del puerto de Hamburgo con Estados Unidos haría el resto, enamorando a la sociedad norteamericana que la encumbraría como bocado predilecto. En la década de 1920 abriría sus puertas la primera cadena de comida rápida especializada en hamburguesas, White Castle.
Desde entonces, miles de franquicias han extendido sus tentáculos por todo el mundo, llevando la hamburguesa a los lugares más recónditos. Estuvo estigmatizada prácticamente desde su nacimiento, pues se concebía como algo insalubre y poco disfrutable, no obstante, actualmente goza de un envidiable estatus. De la dignificación de la hamburguesa se encargarían profesionales de la talla de Josevi Jorge, responsable de I+D en Canalla Bistro, a las órdenes de Ricard Camarena.
Evidentemente, la carne juega un papel determinante en la calidad del resultado final de una hamburguesa, sin embargo, incluso por encima de esta en importancia, se encuentra el pan. Partir de un buen pan de hamburguesa es fundamental, teniendo que reunir ciertas características: esponjosidad y capacidad para retener sabores y olores, sin que llegue a deshacerse en ningún momento. Olvídate del pan de hamburguesa del supermercado y eleva la experiencia gustativa.
Ingredientes
Instrucciones
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- En un bol mezclaremos la leche junto al huevo, la leche, el azúcar y el aceite, añadiendo la harina y la sal al mismo tiempo que removeremos con una cuchara hasta forma una masa pegajosa. Dejaremos reposar 15 min. Seguidamente, volcaremos la masa sobre una mesa ligeramente enharinada, amasándola hasta que presente un aspecto liso y apenas logre pegarse en las manos.
- Se trata de una masa sencilla, por lo que tampoco es necesario seguir un procedimiento demasiado encorsetado, pudiendo optar, por ejemplo, por un amasado francés con reposos cortos. Formaremos una bola, depositándola en un cuenco y cubriéndola con un paño de algodón limpio y húmedo o, en su defecto, un poco de papel film. Fermentará en alrededor de 90 minutos.
- El tiempo variará en función de la cantidad de masa, la levadura (la cual puede sustituirse por el equivalente a un tercio de su homóloga seca) y, por supuesto, la temperatura ambiente. Cuando veamos que ha doblado su volumen, volcaremos la masa sobre la mesa de trabajo, desgasificándola con los nudillos. Procura enharinar o engrasar ligeramente la superficie.
- Cortaremos la masa en porciones parejas, de aproximadamente 70 u 80 gramos por panecillo. Presionaremos los bordes de la masa, arremetiéndolos hacia al centro, de modo que se cree una tensión superficial. Remataremos girando la bola sobre sí misma encima de la mesa, manteniendo los dedos erguidos. Dispondremos cada uno de los panes arriba de una bandeja de horno.
- Forraremos la misma con papel sulfurizado o silpat, cubriendo los bollos con un paño o film transparente hasta que hayan doblado su volumen, lo que puede demorarse 1 hora. Precalentaremos el horno a 180º, con calor arriba y abajo, sin aire. Pincelaremos simplemente con un poco de leche, espolvoreando, si así lo queremos, un poco de sésamo sin tostar o semillas de amapola.
- Hornearemos los panes durante 15 minutos a media altura, o hasta que observemos un uniforme y apetecible color dorado. Al retirarlos del horno, dejaremos que se enfríen sobre una rejilla antes de consumirlos. Puedes congelarlos sin ningún problema, quedando listos para usar en cualquier momento. Siéntete con libertad de aromatizar la masa con hierbas como orégano, albahaca, etc.
- ¡Qué aproveche!
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