- Raciones: 4 Persona(s)
- Tiempo de Preparación: 30
- Tiempo de Cocinado: 60
- Calorías: 420
- Dificultad:
Fácil
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Italia posee un magnetismo que va más allá del Coliseo, la Torre de Pisa o la Fonatana di Trevi, encerrando una de las gastronomías más fecundas e internacionales. Casi todos conocemos al país de la bota por la pizza o la pasta, sin embargo, esconde otra serie de platillos como el pastel de calabacín, jamón y queso, más conocido por aquellos lares como scarpaccia, que bien merecen una mención especial. ¡Descubre uno de los aperitivos más sabrosos de la Toscana!
Como decíamos, el pastel de calabacín, jamón y queso es un bocado típico de la Toscana, el cual se cree tiene su origen en la época romana. Los italianos son una sociedad profundamente ortodoxa en lo que a gastronomía se refiere, tachando de herejía cualquier cosa que traspase los cánones firmemente encorsetados. Particularmente, la scarpaccia está constituida por harina, calabacín, aceite de oliva, sal y pimienta, no obstante, aparecieron otras versiones.
Muchas de estas elaboraciones, cuando traspasan fronteras, se modifican en pro de una mejor adaptación a los productos y paladar que se dan en una región en concreto. Tal podría ser el caso de este pastel, que incluye, además de los ingredientes mencionados, huevos, nata líquida y jamón cocido o lacón. Aprovecho para aclarar ciertas dudas en torno al jamón cocido, a veces vendido bajo la designación jamón york, un subterfugio legal para colorarnos un producto ultraprocesado.
El jamón de york no existe, al menos no se contempla en la legislación actual. La industria alimentaria, falta de escrúpulos y ávida de ganancias, soslaya el hecho de que lo que venden como jamón york, no es otra cosa que un fiambre con bajo porcentaje de carne, alto contenido en sal y conservantes, y mucho, mucho almidón. Sabiendo esto, cuando acudamos a nuestro charcutero de confianza, siempre le solicitaremos jamón cocido, más natural y, por tanto, saludable.
Ingredientes
Instrucciones
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- Pese a que el calabacín verde parece haber copado de manera hegemónica los lineales de verduras del supermercado, el blanco se lleva la palma en cuanto a sofisticación, resultando más fino y sabroso en cualquier escenario. Primeramente, pelaremos y picaremos las chalotas en brunoise, pudiendo sustituirlas por cebolladas moradas. Lavaremos y picaremos los puerros.
- Recuerda despojar a las hojas del puerro de la tierra, lavándola insistentemente bajo un chorro continuo de agua fría. Conserva las hojas para aderezar caldos y consomés. Calentaremos en un sauté u otra sartén de acero inoxidable un chorrito de aceite de oliva virgen extra a fuego mínimo, pochando la chalota y el puerro, procurando que no agarre demasiado color.
- Pasados unos minutos, agregaremos el pimiento y los calabacines pelados y cortados en mirepoix, ya que es agradable encontrárselos en un tamaño apreciable. Cocinaremos a fuego medio, dejando que suden y evaporen toda el agua, vigilando en todo momento que no se pegue. Tómate tu tiempo, no te apresures, al final las hortalizas mermarán considerablemente.
- Aquí me gusta desglasar con un vino Albariño muy suave, arrancando del fondo los jugos caramelizados de las hortalizas, aunque este paso es totalmente opcional. Salpimentaremos, rectificando en caso de ser necesario. Entretanto precalentaremos el horno a 200º, con calor arriba y abajo. En un bol grande batiremos los huevos junto a la leche, mejor con un túrmix.
- Añadiremos el jamón cocido partido en trozos generosos y el orégano, sin olvidarnos del parmesano rallado. Incorporaremos las hortalizas, escurriéndolas previamente si observáramos que han tirado demasiada agua, lo que dificultaría en exceso que cuaje más tarde en el horno. Volveremos a probar de sal y pimienta, dado que el huevo diluirá parte de la sazón inicial.
- Verteremos la mezcla en un molde antiadherente apto para horno, en caso de no disponer de uno, forraríamos una fuente refractaria con papel de hornear y echaríamos la masa sobre él, tratando siempre de que los ingredientes se repartan homogéneamente. Espolvorearemos con más queso rallado la superficie y lo mandaremos al horno sobre una rejilla a altura media 40 minutos.
- En función de las características del horno, el grosor del molde y otras variables, los tiempos pueden cambiar, por lo que te recomendamos mantenerte expectante en todo momento. Podrían ocurrir dos cosas: que se dorara demasiado por arriba, inconveniente que solventaríamos tapando el molde con papel de aluminio. O el caso contrario, solucionándolo con el grill unos minutos.
- Como habréis sospechado ya, no deja de ser en esencia una tortilla al uso, lo que nos indica que es factible cuajarlo todo en una sartén grande antiadherente. Como sugerencia de presentación, y aprovechando el calor del horno, personalmente me gusta acompañarlo con un boniato asado con miel y canela, coronados por unas nueces. Fácil, rico, económico y sobre todo saludable.
- ¡Qué aproveche!
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