- Raciones: 4 Persona(s)
- Tiempo de Preparación: 30
- Tiempo de Cocinado: 60
- Calorías: 380
- Dificultad:
Fácil
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Las modestas e injustamente menospreciadas salchichas pueden convertirse en un bocado sumamente delicioso si somos capaces de cocinarlas adecuadamente. Simples y mundanas, las salchichas llevan acompañando al ser humano desde tiempos inmemorables, hallando evidencia de su consumo ya en el año 2000 a.C, en la remota civilización babilónica. Empleaban las tripadas de cerdo para embutir en ellas la misma carne picada del animal, cocinándose luego al fuego.
No menos importancia tenían en la antigua Grecia, donde recibían el nombre de orya, aunque difería ligeramente de la procedente de babilonia. Incluso el poeta griego Homero tuvo unas palabras de elogio hacia este alimento, ensalzando toda la liturgia y sensaciones que envolvían a su preparación: – «Cuando un hombre junto a la lumbre rellena una salchicha de grasa y sangre, y la vuelve de un lado a otro, lo que espera es únicamente que tarde poco en asarse.»’
Pero la historia de la salchicha no se detiene aquí, asentándose como un manjar en Roma y más tarde en la Edad Media. En Europa consiguió asentarse en la mayoría de países, tomando especial relevancia en Alemania, país que presume de un extenso legado industrial salchichero. En 1852 vería la luz en Frankfurt una de las salchichas más internacionales, sutilmente especiada y ahumada. Asimismo, este preparado cárnico, quedaría ligado irremediablemente a los hot dog.
Más allá de las salchichas de Frankfurt, y los desafortunados, pero sabrosos perritos calientes, encontramos otras recetas más saludables y atractivas para incluir en la dieta. De entre todas ellas, me quedo sin lugar a dudas con las salchichas con tomate, un guiso típico de la región sur de Italia. Está compuesto básicamente por salchichas frescas, salsa de tomate, tomillo y un vino rancio que promete entrar con ímpetu avasallador en la boca. ¡Salchichas con tomate riquísimas!
Ingredientes
Instrucciones
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- Comenzaremos elaborando una salsa de tomate clásica, base imprescindible de la cocina y que podemos utilizar para multitud de platillos. En un sauté verteremos los 120 ml de aceite, colocándolo a fuego alto hasta que el aceite esté bien caliente. A continuación, rehogaremos el ajo pelado entero y la cebolla en mirepoix, dorándolo todo durante 3 o 4 minutos.
- Seguidamente, añadiremos el tomate y dejaremos reducir a una tercera parte, poniéndolo a punto de sal, azúcar y pimienta. Tampoco es conveniente abusar del azúcar, pues el tomate tiene un toque ácido que si bien no debe apabullar, resulta interesante que sea identificable. Mantendremos el fuego vivo durante unos minutos hasta que el tomate se fría correctamente.
- Cuando notemos que adquiere un color rojo saturado, lo bajaremos al mínimo y reduciremos, manteniéndonos vigilantes para que no se agarre. La salsa de tomate suele tener cierta predisposición a pegarse en el fondo de las cazuelas. Finalmente, la pasaremos por un colador o chino, y reservaremos para usarla más tarde. ¡Es fantástica también para salsa u ossobuco!
- En una sartén de acero con un poco de aceite de oliva doraremos las salchichas, dándoles la vuelta cuando sea necesario. Aquí merece la pena hacer un inciso, ya que en el mercado encontraremos infinidad de preparados cárnicos con la denominación salchicha. Puedes utilizar la que más te guste, aunque te recomiendo escoger unas de cordero. ¡Seguro que no te dejarán indiferente!
- Igualmente, las típicas de cerdo, pollo o vacuno, servirán para conseguir un plato excepcional. Solo te aconsejo huir de las envasadas, plagadas de almidones, nitritos y nitratos, que a largo plazo podrían resultar perjudiciales para nuestra salud. Instantes antes de sacar las salchichas de la sartén, añadiremos los ajos pelados y machacados junto al tomillo, dejando sus fragancias.
- Las retiraremos del fuego e inmediatamente desglasaremos el fondo de la sartén con el vino rancio, despegando del fondo los azúcares caramelizados de la carne. Reduciremos prácticamente en su totalidad, rescatando el jugo en un tazón. Dispondremos las salchichas en una fuente amplia, o individualmente en el plato que se pretende presentarlas a los comensales.
- Primeramente, las bañaremos con un poco de la salsa de la cocción, aplicando por encima para finalizar la salsa de tomate que habremos mantenido caliente. Opcionalmente, puedes darle a las salchichas un golpe de calor dentro de la misma salsa, permitiendo que los sabores converjan. Son perfectas para acompañar con un poco de pasta, o incluso para consumirlas como plato único.
- ¡Qué aproveche!
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