El verano trae aparejado, además de las altas temperaturas y el deseo irrefrenable de darse un chapuzón en el mar, un amplio surtido de platos fríos que destacan por su bajo contenido calórico. La importancia de la estacionalidad en la cocina mediterránea es incuestionable, vistiendo las mesas en época estival de rojo, pues el tomate se cosecha principalmente entre julio y agosto. Versátil como pocas, esta hortaliza oriunda del Nuevo Mundo consigue levantar pasiones.
No es poco frecuente que surja confusión en torno a dos platos genuinamente veraniegos, como lo son el salmorejo y el gazpacho. Cierto es que, de este último, encontramos variopintas versiones, no obstante, existen diferencias medibles entre ambos. Ambas elaboraciones son por definición cremas frías que cuentan con el tomate como protagonista principal, sin embargo, el gazpacho se asemeja más a una sopa, mientras que el salmorejo podría definirse como emulsión.
Tampoco suelen coincidir en ingredientes, compartiendo, por supuesto, el tomate, aceite de oliva, ajo de Las Pedroñeras y, ocasionalmente, el pan duro, aunque el gazpacho suele incluir pepino y pimiento. Con respecto a su origen, el salmorejo es típico sobre todo de la provincia de Córdoba, sirviendo como primer plato en los menús del estío. Pese a su amplia aceptación, lo que le ha llevado a colarse incluso entre los estantes del supermercado, es relativamente reciente.
Data de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, definiéndose por primera vez en el Diccionario de Autoridades de la RAE en 1737, ahora bien, no sería hasta un siglo más tarde que adoptaría su forma actual. Empezó siendo consumido por los jornaleros, trabajadores infatigables que requerían de un plato ligero, nutritivo y que pudiera tomarse frío. Así, conseguían paliar los efectos del sol abrasador de los campos andaluces, manteniéndose a la vez hidratados.
Nutricionalmente, es excepcional, incluyendo una enorme cantidad de fibra vegetal, indispensable en cualquier dieta si queremos mantener la salud gastrointestinal. Destaca por su alto contenido vitamina C y E, así como en antioxidantes, sin olvidar el licopeno presente en el tomate. Pocos platos más apetecibles con la llegada del calor que un salmorejo bien fresquito. Olvídate de los salmorejos industriales y aprende a prepararlo de manera natural en un santiamén.
Antes de ir con las instrucciones, te recuerdo que ya está disponible a la venta mi nuevo libro: Los Consejos de la abuela.
Si quieres echarle un vistazo, o incluso comprarlo, ya sea en papel o en su versión digital, pulsa en este enlace ¡De verdad que estoy segura que te encantará!
Regístrate para recibir nuevas recetas y consejos.