- Raciones: 8 Persona(s)
- Tiempo de Preparación: 120
- Tiempo de Cocinado: 60
- Calorías: 420
- Dificultad:
Fácil
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El chocolate se nos presenta como un placer culpable, un bocado exuberante e irresistible que evoca un placer fugaz. Muchos le han atribuido poderes afrodisiacos, sin embargo, pese a la presencia de triptófano y feniletilamina, dos neurotransmisores relacionados con la excitación sexual y la euforia respectivamente, se encuentran en dosis desdeñables. De lo que sí estamos seguros es de su poder de seducción, del discreto encanto con el que consigue obnubilarnos.
Tiene su origen en México, donde cuenta la leyenda que el magnánimo dios Quetzalcoatl ofreció el árbol del cacao a los mortales, bautizándose años después con el nombre de Theobroma Cacao. Tal es la importancia que tenía en la sociedad azteca que a menudo esta baya fue empleada como moneda de cambio, de la cual extraían los granos para triturarlos y mezclaros con especias. La bebida resultante era estimulante, oscura, espesa y espumosa, recibiendo el nombre de tchocolatl.
Desembarcó en el Viejo Continente, como no podría ser de otro modo, de la mano de los españoles, siendo Hernán Cortés el encargado de seducir a la corte con este exótico bocado. De hecho, la primera producción mecánica del mismo, en contra de lo que cabría pensar, tuvo lugar en la Barcelona de finales XVIII, dando el pistoletazo de salida a la Revolución Industrial. Años más tarde, en Suiza, se levantaría el mayor imperio industrial en torno al chocolate jamás visto; Nestlé.
Dicho ingrediente, rico en multitud de buenas virtudes, conforma la médula espina de cualquier manual de repostería, descubriéndose versátil e imprescindible. Probablemente, la tarta de chocolate constituya la avanzadilla de los postres con chocolate, popularizándose a finales del siglo y adquiriendo un carácter festivo. Ninguna fiesta de cumpleaños o boda estaría completa sin la presencia de la tarta de chocolate, una de las más versionadas de todos los tiempos.
Ingredientes
Instrucciones
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- Precalentaremos el horno a 180 °C con calor arriba y abajo, sin la función de ventilador. Forraremos con papel de horno un molde de forma circular de aproximadamente 20 centímetros de diámetro. Derretiremos el chocolate en el microondas, dándole potencia media en intervalos de no más de 10 segundos, removiendo cada vez que abramos la puerta para evitar que se queme.
- Otro modo, mi preferido, consiste en sumergirlo en un baño María, derritiéndolo poco a poco. Agregaremos el café de golpe, seguido de la mantequilla en trozos para que funda rápidamente. Removeremos con una varilla hasta obtener una crema completamente homogénea. Separaremos las claras y las yemas en boles diferentes, montando las primeras hasta que formen picos sólidos.
- Batiremos las yemas enérgicamente junto al azúcar, blanqueándolas e incorporándolas a continuación al chocolate al mismo tiempo que vamos removiendo constantemente. Verteremos el puré remolacha, incorporando también las claras de huevo, mezclándolo con movimientos envolventes para que no se desinflen. Por último, añadiremos los secos: harina, levadura y cacao.
- Preferiblemente, los tamizaremos con un colado, aunque no es imprescindible. Removeremos con una espátula hasta que todos los ingredientes estén integrados perfectamente. Verteremos la masa en el molde que habíamos preparado, horneando este delicioso bizcocho a media altura 35 minutos. Transcurrido el tiempo, sacaremos el bizcocho del horno, dejándolo reposar 5 minutos.
- Desmoldaremos y pasaremos a una rejilla, aguardando a que se enfríe por completo o, mejor aún, hasta el día siguiente, evitando de este modo que la humedad haga que se desmorone al cortarlo. Entretanto, procederemos al relleno, derritiendo el chocolate junto a la nata, sumándole el licor y una pizca de sal, integrándolo. Finalmente, incorporaremos la mantequilla, homogeneizándola.
- Para la cobertura tan solo tendremos que hervir la nata con el chocolate troceado, removiéndolo hasta que se derrita por completo, añadiendo para rematar la miel. El montaje es quizá la parte más crítica de la receta, requiriendo de habilidad y herramienta apropiada. Con una segueta de repostería o, en su defecto, un cuchillo de pan bien afilado, cortaremos el bizcocho a la mitad.
- Cubriremos la base con el relleno, tratando de repartirlo equitativamente, nivelado, ayudándonos de una espátula de repostería. Colocaremos sobre la cobertura la tapa, deslizando la cobertura por encima, con el bizcocho reposando en una rejilla. Extenderemos la cobertura con la espátula, procurando que luzca nivelada, fina y brillante. Refrigeraremos 24 horas antes de degustarla.
- ¡Qué aproveche!
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